Hoy quise ir a ver a mamá al hospital. Ayer le dije que no iría porque quizás esto está siendo too much. Hace apenas una semana que salí de la depresión y lo que ha pasado con Dani me ha dejado devastada. Igualmente, tenía que ir a por su DNI a su piso, y allí he empezado a investigar qué cosas podía llevarle al hospital. He descubierto un diario impactante por los cambios y la irregularidad casi ilegible de la letra, en que mi madre hace un intento por estructurar su día, como si tuviese una vida, hablando de lo poco que le pasa, de mí, del telediario, de que apenas puede moverse, del dolor que siente. Lo peor ha sido encontrar una carta de última voluntad, con el teléfono de mi hermano y el nombre del seguro de vida fechada un día antes de que se cayera y la ingresaran de urgencias.
Apenas he llorado, logro llorar con pequeños flashes mentales que me activan el resorte del llanto, como el recuerdo de Malta, mi vida en Madrid con Marina y en la universidad, mi infancia solitaria y la falta de madre. Pero según me alejo de la cama me va siendo cada vez más complicado alcanzar ese llanto largo y reparador que había conseguido estos días: cuando estuve depresiva, cuando Dani me dijo que nanai, cuando salía del hospital los primeros días.
He activado el todo sola, como siempre. Durante las semanas en la cama, estuve meditando acerca de si era capaz matarme realmente. Al ser la respuesta negativa, después meditaba entonces que no quedaba más remedio que salir de ese estado, sin contar con nadie, tal y como viene siendo mi vida. Y lo estoy consiguiendo: voy ordenando parcialmente la habitación, manteniéndola limpia, hago lo que puedo con las horas de sueño, no me exijo despertarme de repente a las 8 de la mañana, estoy resumiendo los temas de la oposición, organizando el estudio, siendo capaz de resumir con buena letra, he ido a la biblioteca a por libros y pronto iré a estudiar, a escaparme de Dani, y el tiempo pasará y todo habrá quedado borroso, es lo que hace el tiempo, emborronarlo todo, especialmente algo como que te echen tres polvos sin significar tú nada pero tú estabas esperando algo así como algo de amor.
No sé por qué tengo en la cabeza que este año voy a aprobar. En la práctica de pensar en el examen no, al revés, todo se enmaraña y cada parte me parece en excesivo difícil, pero existe en mi cabeza el convencimiento de que todo lo que pienso que me falta para el examen es en realidad un pánico irracional que llevo teniendo estos dos años que no me presenté y que, por tanto, basta. Soy demasiado inteligente para llevar esta puta vida de mierda, para vivir con 4 niñatos a los que no les importa si vivo o muero, para entrar en pánico con los trabajos de mierda a los que puedo o no puedo aspirar (porque me hago vieja), para estar contando los euros porque ahora hay un plan de ahorro y debe seguirse por el miedo al padre, siempre el miedo al padre. Hay también una sensación de que es el año definitivo. Cobraré el paro hasta mayo de 2026, el examen es en junio. Estaría todo a huevo. Seré capaz de ahorrar apretándome en cinturón y crear un pequeño colchón para cualquier cosa, incluida el fracaso en el examen. Curiosamente, la extremada presión para no volver a trabajar en otra cosa que no sea ya dar clases no me angustia de cara al estudio. Siento una mente sorprendentemente fuerte capaz de una retentiva que me admira. También soy muy responsable y neurótica. Yo misma soy mi peor crítica, le dije a Ana, y era verdad. Nada se me va a escapar en cuanto a no estar haciendo todo lo que habría que hacer.
ChatGPT me dijo un día que tenía que superar todas las barreras emocionales que tiene aparejadas este examen, además del pánico y del síndrome de la impostora. Se refería a las nefastas historias personales que tuve con esas dos hijas de puta tan influyentes en mi andadura. Elena en 2022 y Ana el resto de los años menos 2024. Pero sus fantasmas me persiguen. El aulario al que voy por conveniencia de espacio, distancia y servicios es el mismo al que iba con Elena en la recta final de 2022. Fuimos mayoritariamente al de Riazor, pero ya en mayo cuando los universitarios reclamaban su espacio, íbamos al de Joana Capdevielle en el campus de la UDC. Hay recuerdos en ambos aularios, muchos cigarros fumados, muchos cafés en las cafeterías colindantes, mucho vínculo creado a través de hablar de hombres, desamor, familias disfuncionales y miedo al trabajo y al futuro. Y también alcohol. Elena entendía mi lenguaje con el alcohol. Me sorprendía mucho cómo era capaz de emborracharse cada noche y estar tan fresca al día siguiente. Se sacó la plaza con un problema de alcoholismo leve. Y se la sacó en un año. Ese mismo verano me dejó de hablar.
Ana, en cambio, está presente de manera más profunda, en mi propia psique opositora, deudora de la suya como mentora. En mi forma de estudiar, sin querer dejarme un epígrafe, esa manera killer de chaparse los temas ya la tenía yo, pero ella era igual en eso y decía que era clave para aprobar. Ciertos giros en los comentarios están instigados por su retórica más que erudita de charlatana que tienen los periodistas, pero que funcionaba a las mil maravillas. Bueno, eso no lo sabemos en realidad, lo que funciona o no funciona en en tribunal. Esa era su escuela y yo soy su discípula. ¿Acaso no se acordaba Platón de Sócrates? Mal ejemplo, porque Platón hablaba todo el rato de Sócrates. No es mi caso. Pero Ana está en los temas, en cada uno de ellos me parece escuchar su voz, en cada uno hay algo que me irrita por no estar bien redactado o explicado. Ana está en toda la idea de cómo será el examen, de cómo hay que hacer el examen.
Lo bueno del tiempo, como decía, y de los cambios de fase, que destruyen la mente y la memoria como apisonadoras, es que ya no estoy cerca emocionalmente de su discurso de mierda sobre lo que hacía mal. Me alegra saber que aprobaron 3 de las que vienen conmigo, eso significa que estamos en un grupo selecto en cuanto a estar preparadas, más todo lo que podamos estudiar. Pero en ningún modo significa que tuviera razón con su puta mierda de filosofía de la letra con sangre entra. Conmigo no. Y no va a entrar, voy a ir al examen practicando lo máximo posible, haciendo los máximos comentarios que pueda, leyendo lo máximo que pueda, sin tener ningún feedback de puto nadie más que el día del examen y su fulminante nota. Sí, me he curado de Ana. Me he curado de Elena. Estoy sola en esto. Y soy perfectamente capaz. En realidad, siempre he sido perfectamente capaz.
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